Ele Llovet
Ahora sé que la vejez puede llegar a deshora.
El clima de la isla ha terminado estropeando la misma fruta que se apresuró en madurar.
Pasamos de verdes a podridas, no hay proceso, no hay retoño, no hay flor, no hay términos medios, ni mutaciones.
Lo que hay es pudrición.
Masa, pegote, seso de fruta podrida,
Voy destilando mi fructosa en la acera,
gotas ácidas de mis senos sobre el pavimento encendido.
Hedionda, sudorosa, puerca, brillosa
señalo el día de mi fermentación.
Me escurro sobre las calles
de la ciudad de las flores plásticas,
Nada sobrevive bajo este sol.
Ningún color se distingue, solo grises y blancas palmeras,
quemazón
El día de mi fermentación he perdido el don de la vista.
Ya no me atormentan los ejércitos de jorobas cruzando la calle
Ni las arrugas en la boca de las mujeres,
Ni los niños chupando envoltorios.
Solo se distinguen sombras
bajo este sol.
El día de mi fermentación
solo puedo hablar de mi apatía.
Todo es féretro y selva oscura
Solo puedo decir que distingo los aromas
de otras frutas pasadas,
que han destilado azúcar como sangre dulce
para darle de comer a la misma tierra,
que incubará y calcinará
a otra camada de frutos/fútiles
para echar a andar el trapiche de antaño,
sin tiempo, sin cambio,
hasta el último rayo de sol.
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