El colectivo de editoras de Afrocubanas La Revista hace pública la presente declaración a propósito de los sucesos acontecidos el 11 de julio en varias ciudades y municipios del país.
Repudiamos la violencia y la represión posterior de quienes tomaron las calles cubanas en respuesta a la situación de crisis económica, social y sanitaria en que se encuentra el país.
Comprendemos la gravedad del contexto de la pandemia en que han tenido lugar las manifestaciones. No obstante, Afrocubanas La Revista considera que la violencia física, verbal, las detenciones, juicios sumarios y la transmisión de narrativas del tipo “la calle es de los revolucionarios” son contrarios a los principios fundacionales de la nación cubana, además de que está en cuestionamiento qué es ser revolucionario en una Cuba donde aún queda mucho por hacer en materia de derechos humanos (el matrimonio igualitario es uno de esos pendientes).
Un país como Cuba, que ha tenido la igualdad como principio de sus políticas públicas, no debe dar espacio a retóricas excluyentes, que pretenden silenciar y perseguir la crítica y el disenso, así como a los sectores de población que las plantean dentro del proceso de construcción del proyecto revolucionario. Manifestarse y salir a la calle es el resultado de una lucha histórica y es además una de las formas en la que el poder y el deseo del pueblo -diverso, heterogéneo e inclusivo- se expresa.
Exhortamos entonces a abandonar las lógicas binarias, muy propias de un pensamiento colonial que sigue siendo reproducido por el Estado, de “estás conmigo o contra mí”. Estas lógicas coloniales, defendidas desde posiciones hegemónicas, reducen fenómenos complejos a una fórmula maniqueísta que no permite hallar otra salida que no sea la confrontación antagónica. Afrocubanas defiende la reconciliación y la gestión de espacios para que todas las voces y posiciones políticas puedan coexistir.
La violencia policial en Cuba no es nueva. Hay sectores que llevan mucho tiempo viviéndola, como los jóvenes negros, quienes atendiendo al “perfil racial” están siempre en la mira de la policía. Además, entre quienes salieron a la calle el 11 de julio se encuentran activistas, periodistas y artistas que han venido sufriendo por años el acoso político, amenazas, descrédito por parte del gobierno, la seguridad del Estado y los medios de comunicación oficiales.
Nos preocupa además que esas personas que se manifestaron el 11 de julio, dentro de las que se encuentran menores de edad, están siendo criminalizadas y juzgadas. Se les está inventando causas comunes como estrategia para aleccionarles a ellas y al resto de la población. Muchas de esas personas pertenecen a los sectores marginalizados del país, gente humilde que ha vivido y viven historias de carencias, de círculos de violencia a todos los niveles, gentrificación, racismo, clasismo, etcétera. Personas que luchan cada día para sobrevivir. Salir a manifestarse por una vida digna es un acto de justicia y así debería ser visto por una revolución que pretendió ser con todos y para el bien de todos. En su lugar se les ha nombrado en un inicio como “revolucionarios confundidos”, para luego convertirse en “malandrines”.
Pedimos a los medios de comunicación, cubanos e internacionales, oficiales e independientes, que traten de ceñirse a la verdad y traten con respeto los testimonios de las personas que participaron en los sucesos. Que se denuncien las noticias falsas al mismo tiempo que se reconozca la veracidad de otras.
Exhortamos a dejar a un lado la confrontación, las órdenes de combate, los llamados a una intervención militar, así como nos declaramos en contra del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba. En todos los casos, es sobre el pueblo cubano sobre el que sobrevienen las funestas consecuencias de esa beligerancia.
Por último, la libertad, en su sentido más amplio, es una responsabilidad, pero tenemos que aprender a ejercerla y llevarla hasta sus últimas consecuencias. La libertad de amar, de pensar, de hacer, de existir. No es la libertad que se agota en las urnas. La estabilidad de los países no debería estar sujeta a la persona de turno que esté en el poder.
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